lunes, 14 de febrero de 2011

Estreno: "Valor de ley" (Joel y Ethan Coen, 2010)

El papel del marshall Rooster Cogburn, salido de la pluma del escritor Charles Portis, lleva dando de sí desde finales de los años 60 cuando la gran interpretación de John Wayne en el "Valor de Ley" de Henry Hathaway le proporcionó el único oscar de su carrera . El personaje sería retomado 6 años después en la postrera e inferior "El rifle y la biblia" repitiendo John Wayne esta vez junto a Katherine Hepburn, e incluso Warren Oates se pondría en la piel del héroe tuerto en una tardía revisión de "Valor de Ley" hecha para televisión en 1978.

Más de 4 décadas después de la adaptación de Henry Hathaway, que con esta firmó su última gran obra, los hermanos Coen retoman la novela de Portis para ofrecer su personal visión de la historia, alejada del lirismo y la épica de la primera versión pero aportando su sello personal en la forma de diálogos imposibles, humor surrealista, personajes al límite, violencia explícita e impecable factura formal.

Precisamente el mayor handicap de esta notable versión reside en su falta de épica, su casi aséptico punto de vista sobre los acontecimientos, sacrificando emoción por precisión, vitalismo por pesimismo, lirismo por realismo, romanticismo por rigor estético y narrativo.

Sin embargo los Coen se muestran una vez más como unos maestros de la dirección de actores, capaces de extraer de cada intérprete las antípodas de sus registros habituales (véase a George Clooney, Brad Pitt o el propio Jeff Bridges en sus anteriores colaboraciones), a la vez que unos consumados autores capaces de alejar un western de las huellas del cine de género y hacerlo parecer más "una película de los Coen" que una del oeste al uso.

Es, precisamente, esta capacidad de los Coen para extraer lo que quieren exactamente de un actor lo que, unido al talento sobrenatural de Jeff Bridges, posiblemente el mejor actor de su generación, nos regala una de las mejores actuaciones del año, esa revisión de Rooster Cogburn que no tiene nada que envidiar a la caracterización que el gran John Wayne hizo en su momento.

En breves pero intensos papeles tenemos a dos estupendos actores en extraños papeles, Josh Brolin como un redneck con una forma de hablar irreconocible y un caracterizadísimo y solvente Barry Pepper en el papel de un ambiguo villano, ambos protagonistas de un tramo final de la película en el que los Coen rompen con el tono austero de la cinta para permitirse una pequeña concesión a la épica y la emotividad que a pesar de resultar algo discordante con lo visto hasta el momento no deja de ser agradecido.

Un Matt Damon, cada vez mejor actor, y especialmente la niña Hailee Steinfeld, también dejan notar la mano de los hermanos Coen como excelentes directores de actores: Hailee Steinfeld se muestra segura, desacomplejada, no desentonando en las réplicas a gigantes como Bridges, Damon o Brolin y consiguiendo transmitir la dureza, templanza y determinación que el personaje de Mattie Ross necesita.

El sobresaliente apartado técnico y artístico, abundantemente nominado en las correspondientes categorías de los oscar de este año, contribuye a plasmar el sello de autor de los hermanos Coen quienes apoyados principalemente en la sobria fotografía de Roger Deakins y la estupenda música de Carter Burwell, colaboradores habituales a lo largo de casi toda su filmografía, dibujan un retrato de los últimos años del salvaje oeste con trazo fino y minucioso repleto de pistas que nos conducen a descifrar la procedencia de una película de autor disfrazada de cine de género, a un territorio fronterizo donde la calidad y la personalidad se solapan con el mainstream y en el que podemos encontrar tanto personajes que escupen diálogos de antología como duelos a revólver de uno contra cuatro donde sabemos quien saldrá victorioso.


Nota: 7,5

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