lunes, 23 de febrero de 2009

Estreno: "Revolutionary Road" (Sam Mendes, 2008)

April Wheeler, espléndidamente interpretada por la flamante oscarizada Kate Winslet, posa ante la ventana de su casa en la calle "Revolutionary Road" contemplando lo que podría ser su nueva vida justo antes del desenlace de la historia. Sirva esta extraordinaria escena como auténtica declaración de estilo de ese cineasta con mayúsculas que es Sam Mendes, responsable de dos de las mejores cintas de la pasada década, la estupenda "American Beauty" y esa obra maestra que es "Camino a la Perdición", y que a su vez sirve como nexo de unión con ambos trabajos mostrando en todos ellos la imposibilidad de la felicidad completa y el coste que pagan quienes la buscan a cualquier precio.

Este sórdido retrato de la clase alta americana en una época en la que los prejuicios pesaban más que las razones del corazón a la hora de tomar decisiones vitales es en realidad un retrato del fin de la espontaneidad en aras del conformismo, del fin del amor vencido por el materialismo, del fín de las personas engullidas por sus roles sociales y familiares. Y a pesar de que aparentemente la época histórica funciona como un personaje más determinando muchas de las actuaciones de los protagonistas, constatamos que sus principales motivos continúan vigentes hoy en día.

Dos actores superdotados y con una química fuera de toda duda como son Leonardo Di Caprio y Kate Winslet cargan con el peso de una cinta en la que lo mostrado contrasta con la terrible violencia psicológica soterrada que esconden unos inmaduros protagonistas a los que un vecino con trastornos psicológicos tiene que cantarles las verdades a la cara en una de las mejores escenas del año (inmenso también Michael Shannon en su mejor papel hasta la fecha).

La sobria partitura del excelente Thomas Newman y la gélida fotografía de Roger Deakins crean el ambiente perfecto para este hervidero de ilusiones rotas, emociones a flor de piel y desastres sentimentales que es a su vez un jarro de agua fría a la cabeza del espectador más acomodaticio y menos autocrítico. Conviene, sin duda, acudir con el ánimo bien templado y las ideas bien claras para enfrentarse con esta durísima obra en la que un extraordinario epílogo esconde el verdadero secreto de la convivencia en pareja.

Tras el bajón de calidad que supuso "Jarhead", una cinta correcta pero no excesivamente interesante, en comparación a sus impresionantes predecesoras, San Mendes recupera los ingredientes que mejor sabe manejar (búsqueda de la felicidad a toda costa, familias disfuncionales en las que los hijos son las víctimas, amistades traicionadas, etc.) entregándonos una auténtica bomba de relojería emocional que a más de uno hará ir a rebuscar en su propia trastienda y realizar un necesario examen de conciencia.



Nota: 8

miércoles, 18 de febrero de 2009

Estreno: "Slumdog Millionaire" (Danny Boyle, 2008)

Cuando un director se estrena con dos bombazos tales como "Tumba Abierta" y "Trainspotting" se intuye que lo siguiente en llegar será, cuanto menos, un hito cinematográfico. Pero Danny Boyle alcanzó su techo demasiado pronto y la nueva gran esperanza del cine inglés no hizo sino entregar una película fallida tras otra una vez superados sus dos excelentes cintas de debut. Así, películas como "A life less ordinary"o "La playa" están a años luz de lo que prometía Boyle en sus inicios, mientras que las simpáticas "Millions" y "Sunshine" no pasan de ser meras anécdotas en su filmografía; tan solo la estupenda "28 días después" pareció presagiar la espectacular resurrección que este cineasta ha experimentado en el 2008.

Boyle, ayudado por la directora debutante Loveleen Tandan, consigue crear una película que mezcla a partes iguales sencillez y sofisticación, una mirada clásica con referentes en "El ladrón de bicicletas", "Oliver Twist" o "Salaam Bombay!" y una óptica moderna con otros referentes como "Ciudad de Dios" o la misma "Trainspotting", una cruda y desgarrada trama con una de las más bellas historias de amor vistas en pantalla en los últimos años.

El curioso punto de partida de la cinta, astuta metáfora sobre la globalización y sus consecuencias, es la participación del protagonista en el conocido concurso "¿Quiere ser millionario?" versión hindú, hilándose a través de sus respuestas a cada una de las preguntas del concurso su historia vital. Así, a modo de flashbacks, Boyle construye las no precisamente divertidas peripecias de dos hermanos y una amiga, los tres huérfanos, para sobrevivir en el caos que es Bombay antes y después de la mencionada globalización.

Unos excelentes y desconocidos protagonistas dan vida al trío protagonista a través de sus diferentes edades recreando la dureza de la vida en las calles de Bombay, y que se aleja de la típica postal de la India centrándose en la mísera subsistencia de sus habitantes menos afortunados. Este canto al ingenio y a la supervivencia tiene un punto de inflexión, a modo de hábil elipsis, en la caída del tren en la que los dos hermanos darán el paso definitivo a la madurez al descubrir lo que será su verdadero método para subsistir.

El estupendo guión de Simon Beaufoy, autor del también excelente libreto de la ya clásica "Full Monty", se basa en el libro "Q & A" del escritor y diplomático hindú Vilkas Swarup convertido ya en un best seller a tenor del inesperado (y merecidísimo) éxito crítico y comercial de la cinta, avalado con sus 4 Globos de Oro y sus 10 candidaturas a los Oscar. Mención aparte merece el apartado técnico (sonido, fotografía y montaje, todo ello nominado al Oscar), que consigue crear un envoltorio de lujo para este moderno cuento de hadas sobre la miseria y la crueldad.

Puede hablarse, por tanto, de la mejor y más importante película de Danny Boyle, quien 12 años después de su aclamada "Trainspotting" consigue una digna sucesora dando un paso cualitativo más allá y haciendo que prácticamente todas aquellas de sus cintas que median entre ambas puedan olvidarse sin mayor problema. Por cierto, que nadie se pierda los créditos finales de la cinta.


Nota: 8,5

lunes, 9 de febrero de 2009

Estreno: "El curioso caso de Benjamin Button" (David Fincher, 2008)

Lo peor que se puede decir del último trabajo del estupendo David Fincher es que se parece demasiado al "Forrest Gump" de Robert Zemeckis, que entre otras cosas será recordada por ser la película que arrebató el Oscar a "Pulp Fiction" (la vencedora moral) en la edición de 1995. Y es cierto que ambas películas comparten más de un nexo de unión: la visión de gran parte del siglo XX a cargo de un curioso y más bien cándido personaje, similares secundarios (capitán de barco borrachín, el amor imposible que es una artista rebelde, madre bonachona, etc...), mismo guionista, larga trama plagada de momentos emotivos, tufillo a Oscar de los que echan para atrás...

A pesar de todo, la cinta de Fincher tiene más que suficientes méritos propios como para no ser recordada como una revisión de ninguna otra película, o para ganar premios con absoluto merecimiento. Destacan en primer lugar unos prodigiosos efectos de maquillaje que ya desde el inicio del metraje sorprenden por su capacidad de transformar a actores conocidos (Cate Blanchett o Brad Pitt) en alter egos irreconocibles sometidos a los avatares del paso del tiempo (en uno u otro sentido).
Por otra parte, Eric Roth hila un excelente guión basándose lejanamente en un relato corto de F. Scott Fitzgerald, que consigue momentos realmente mágicos y emotivos, proponiendo una excelente metáfora sobre la fugacidad de la vida, la importancia del "carpe diem" y el valor de la diferencia.

El apartado técnico de la cinta es sobresaliente: La fotografía de Claudio Miranda, cámara habitual de Fincher y aquí por primera vez su director de fotografía, es simplemente deliciosa. El diseño de producción (recreando diferentes ambientes desde los años 20 del pasado siglo hasta la actualidad), preciso y meticuloso. El montaje es ágil hasta el punto de que los 166 minutos de metraje se soportan sin dificultad. La banda sonora del francés Alexandre Desplat se ajusta como un guante a la intensidad de la historia que se cuenta, si bien tal vez sobren algunos de los numerosos subrayados musicales. Y el maquillaje es absolutamente espectacular, pocas veces un Oscar ha estado tan cantado.

Por último, los tres grandes protagonistas de la función están a la altura de lo esperado: David Fincher continúa su ascenso hacia el Olimpo de los directores de Hollywood y tras entregar obras tan personales y poco convencionales como "Se7en", "El club de la lucha" o "La habitación del pánico" se disfraza de clásico y nos regala una cinta emotiva, rodada con grandeza y sin complejos y a pesar de ello plagada de toques personales (la escena del accidente, el prólogo del reloj, la batalla naval, etc.) y momentos de gran emotividad que esquivan la lágrima fácil recurriendo a la propia sensibilidad del espectador para funcionar.

Brad Pitt y Cate Blanchett vuelven a reunirse como pareja tras la excelente "Babel", mostrando incluso más química en esta ocasión, y especialmente Blanchett ofrece una interpretación extraordinaria, sobre todo hacia el final de la cinta. Brad Pitt sorprende en su encarnación de "niño-anciano" mezclando un rostro infantil e inocente con una caracterización de decrépito anciano y es cuando deja de estar caracterizado cuando la película pierde algo de fuelle, llegando a parecer por momentos un anuncio de perfume.

El inicio y el cierre de la cinta, marcados respectivamente por dos grandes acontecimientos globales como son el final de la Primera Guerra Mundial y el huracán Katrina, enmarcan esta gran historia que reflexiona hábilmente sobre el paso del tiempo desde una original perspectiva y nos hace plantearnos el verdadero valor del instante presente, única realidad de la que disponemos y único momento por el que deberíamos guiar nuestros actos.

De nuevo Fincher da en la diana y sin llegar a conseguir esa obra maestra de la que todo el mundo habla, es de agradecer que en Hollywood se siga apostando, aunque con cuentagotas, por el cine con mayúsculas y por los creadores sin complejos. Esperamos con impaciencia la próxima revisión de la cinta de animación de Ivan Reitman "Heavy Metal" que Fincher aborda actualmente; sin duda volverá a acertar.


Nota: 8,5