lunes, 20 de diciembre de 2010

Estreno: "Tron: Legacy" (Joseph Kosinski, 2010)

Es evidente que los tiempos han cambiado. Si en 1982 un honesto e innovador film de ciencia-ficción estuvo condenado al fracaso por una promoción inadecuada en 2010 su secuela, mucho menos honesta y bastante menos innovadora se convierte en el hit de la temporada merced a una campaña promocional de dimensiones megalíticas. A pesar de ello no es "Tron: Legacy" una película para descartar automáticamente a pesar de sus múltiples taras, tampoco le faltan aciertos a este blockbuster navideño, revisión tardía de un film de culto a reivindicar por los más afinados fans de la ciencia-ficción más innovadora.

Para empezar, el magnífico plano secuencia que abre la trama y que nos lleva desde las alturas hasta la habitación de Sam Flynn deslumbra, no sólo por el lifting digital que se ha aplicado sobre el personaje interpretado por Jeff Bridges y que le hace rejuvenecer 28 años (técnica idéntica a la usada en la magnífica "El curioso caso de Benjamin Button"), sino por la cantidad de detalles referenciales a la primera parte que aparecen como parte del atrezzo y que constituyen una verdadera declaración de intenciones de los responsables de la función. En este punto el espectador más friki ya se está frotando las manos.

Es a partir de ahí, y tras una espectacular escena de persecución cuando comenzamos a darnos cuenta de que estamos ante una película de diálogos inofensivos, situaciones ya vividas, personajes sin carisma y esquemas que se repiten hasta el punto de saber, casi desde la primera media hora, todo lo que va a pasar hasta que aparezcan los títulos de crédito.

Tal vez sea ese el mayor problema de "Tron: Legacy", su escasa capacidad de sorprender poco más que por su deslumbrante puesta en escena. El esquema de la primera parte se repite casi a pies juntillas en esta secuela: Inicio en el mundo real - conflicto con los responsables de la empresa ENCOM - digitalización del personaje - juego de discos de luz - prisión - juego de motos - escape.... la historia se repite sin aportar apenas nada, los diálogos son cada vez más infantiles, el personaje protagonista parece una caricatura zen del Kevin Flynn de 1982, el supuesto protagonista (Sam Flynn) tiene escaso, más bien ningún carisma. Llegados a la mitad de la película asumimos que la función está sustentada básicamente en los impresionantes efectos especiales, la magnífica banda sonora de Daft Punk (que a su vez se reservan un papel como DJ´s en cierta escena), el diseño de sonido, algunas de las escenas de acción considerablemente bien rodadas y las potentes presencias de Michael Sheen y Olivia Wilde, quien con su belleza (y poco más) contribuye a elevar la ya de por sí sobresaliente categoría estética de la película.

Mención aparte merecen las irrupciones publicitarias en mitad de la trama e incluso incluidas en el propio guión hasta el punto que al terminar la función a uno le entran repentinas ganas de comprar una determinada marca de motocicleta o de teléfono móvil. Fascinante.

Otro problema que presenta este "Tron: Legacy" es su escasa personalidad, nula por momentos en los que juega a ser "Matrix", "La naranja mecánica", "Star wars", "Rollerball", etc., poblando con guiños referenciales espacios que debieran tener personalidad propia y dejando los mejores momentos de la trama aquellos en los que se limita a ser la secuela que debería ser.

Uno, que es fan declarado de la primera "Tron", echa de menos el diseño de Moebius y Syd Mead, la inocencia con la que se abordaban las analogías entre el mundo real y el computerizado, la "rejilla de juegos" en lugar de la "red", los trajes de papel sobre caras en blanco y negro, el villano con carisma británico interpretado por el solvente David Warner, a Cindy Morgan, la propia presencia de Tron como motor de la historia, relegado aquí a esbirro impersonal del villano CLU, el "fin de impresión" y los avisos sobre las macros ocultas...

Y sin embargo se agradece la inclusión (de nuevo) de un tema de Journey en la banda sonora ("Separate ways", grandiosa), la mayor seriedad y dramatismo con que se abordan las escenas de acción, la inclusión del personaje de Michael Sheen, excesivo, histriónico y sobreactuado pero tremendamente agradecido entre el acartonamiento del resto del reparto, la banda sonora de Daft Punk, dignísima sucesora de la extraordinaria música que Wendy Carlos compuso para la original, el gran aprovechamiento de los últimos recursos técnicos en favor de la trama...

Tal vez un pastel demasiado grande para un director debutante como Joseph Kosinski, quien ha debido manejar demasiados recursos ayudado por una nula experiencia en la dirección de largometrajes. Kosinski prepara ahora el remake de otro film de culto del Disney, "El abismo negro"; deseamos un similar envoltorio pero un más jugoso contenido.


Nota: 5,5

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