A pesar de todo, la cinta de Fincher tiene más que suficientes méritos propios como para no ser recordada como una revisión de ninguna otra película, o para ganar premios con absoluto merecimiento. Destacan en primer lugar unos prodigiosos efectos de maquillaje que ya desde el inicio del metraje sorprenden por su capacidad de transformar a actores conocidos (Cate Blanchett o Brad Pitt) en alter egos irreconocibles sometidos a los avatares del paso del tiempo (en uno u otro sentido).
Por otra parte, Eric Roth hila un excelente guión basándose lejanamente en un relato corto de F. Scott Fitzgerald, que consigue momentos realmente mágicos y emotivos, proponiendo una excelente metáfora sobre la fugacidad de la vida, la importancia del "carpe diem" y el valor de la diferencia.
El apartado técnico de la cinta es sobresaliente: La fotografía de Claudio Miranda, cámara habitual de Fincher y aquí por primera vez su director de fotografía, es simplemente deliciosa. El diseño de producción (recreando diferentes ambientes desde los años 20 del pasado siglo hasta la actualidad), preciso y meticuloso. El montaje es ágil hasta el punto de que los 166 minutos de metraje se soportan sin dificultad. La banda sonora del francés Alexandre Desplat se ajusta como un guante a la intensidad de la historia que se cuenta, si bien tal vez sobren algunos de los numerosos subrayados musicales. Y el maquillaje es absolutamente espectacular, pocas veces un Oscar ha estado tan cantado.
Por último, los tres grandes protagonistas de la función están a la altura de lo esperado: David Fincher continúa su ascenso hacia el Olimpo de los directores de Hollywood y tras entregar obras tan personales y poco convencionales como "Se7en", "El club de la lucha" o "La habitación del pánico" se disfraza de clásico y nos regala una cinta emotiva, rodada con grandeza y sin complejos y a pesar de ello plagada de toques personales (la escena del accidente, el prólogo del reloj, la batalla naval, etc.) y momentos de gran emotividad que esquivan la lágrima fácil recurriendo a la propia sensibilidad del espectador para funcionar.
Brad Pitt y Cate Blanchett vuelven a reunirse como pareja tras la excelente "Babel", mostrando incluso más química en esta ocasión, y especialmente Blanchett ofrece una interpretación extraordinaria, sobre todo hacia el final de la cinta. Brad Pitt sorprende en su encarnación de "niño-anciano" mezclando un rostro infantil e inocente con una caracterización de decrépito anciano y es cuando deja de estar caracterizado cuando la película pierde algo de fuelle, llegando a parecer por momentos un anuncio de perfume.
El inicio y el cierre de la cinta, marcados respectivamente por dos grandes acontecimientos globales como son el final de la Primera Guerra Mundial y el huracán Katrina, enmarcan esta gran historia que reflexiona hábilmente sobre el paso del tiempo desde una original perspectiva y nos hace plantearnos el verdadero valor del instante presente, única realidad de la que disponemos y único momento por el que deberíamos guiar nuestros actos.
De nuevo Fincher da en la diana y sin llegar a conseguir esa obra maestra de la que todo el mundo habla, es de agradecer que en Hollywood se siga apostando, aunque con cuentagotas, por el cine con mayúsculas y por los creadores sin complejos. Esperamos con impaciencia la próxima revisión de la cinta de animación de Ivan Reitman "Heavy Metal" que Fincher aborda actualmente; sin duda volverá a acertar.
Nota: 8,5
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