La saga Bond está de enhorabuena. Tras la estupenda "Casino Royale" del "reincidente" Martin Campbell, su continuación está a la altura de lo esperado y nos descubre a un Marc Foster bien desenvuelto en el género de acción.
El punto de partida de esta entrega nº 22 es precisamente el punto en el que lo dejaba la anterior "Casino Royale", y será precisamente el afán de venganza del protagonista el motor que mueva la trepidante trama, en la que apenas hay momentos de respiro y que coloca el listón muy alto a posteriores entregas.
Los más puristas tendrán argumentos más que sobrados para criticar el nuevo rumbo que ha tomado la saga: este nuevo Bond es más rudo, más violento, menos mujeriego y tiene menos sentido del humor; además, "M" es una mujer. A cambio, la acción y la elegancia pasan a un primerísimo plano, se olvidan las frases lapidarias o los escarceos que en anteriores entregas no hacían sino entorpecer la trama y se va directo al grano, lo cual, desde mi punto de vista, es muy de agradecer.
La oportuna actualización del personaje es responsabilidad en parte del gran guionista Paul Haggis, quien en colaboración con Neal Purvis y Robert Wade (paradójicamente, responsables también de las últimas entregas con Pierce Brosnan "Muere otro día" y "El mundo no es suficiente" en las que la fórmula parecía ya agotada, así como de la deleznable "Johnny English") firma un guión complejo, ágil e incluso ingenioso, pero a su vez adolece de cierta ingenuidad en su afán de crear una política ficción de entidad, especialmente en sus teorías de la conspiración con respecto a la implicación de la CIA en los regímenes totalitarios sudamericanos, así como en el oportunista y trasnochado mensaje ecologista-libertador de los protagonistas.
Mathieu Almaric, el protagonista de la excelente "Finales de agosto, principios de septiembre" y de la extraordinaria "Munich" de Spielberg, parece haberse hecho ya un importante hueco en Hollywood, dando aquí vida al inquietante villano de turno, un ser cruel y lleno de complejos encarnado con suficiente solvencia y con la discreta presencia que requiere el personaje. Respecto a "nuestro" Fernando Guillén Cuervo, anunciado a bombo y platillo como "el malo de la película", apenas se deja ver en un par de secuencias.
Esta nueva etapa está también marcada por una reducción en el número de "chicas Bond" por entrega, limitándose a prácticamente dos en esta "Quantum of solace", la ucraniana Olga Kurylenko y la británica Gemma Arterton. La reducción en la cantidad de papeles femeninos viene acompañada por un mayor peso de los mismos en la historia, y si bien en "Casino Royale" la presencia de Eva Green era uno de los catalizadores de los acontecimientos, en este caso el papel de Olga Kurylenko, motivado al igual que Bond por su deseo de venganza, será fundamental en el desenlace de la cinta.
Marc Foster ha sabido crear un espectáculo entretenidísimo, trepidante y con cierta dimensión; a pesar de crear cierta confusión en las escenas de acción abusando de la cámara en mano y el montaje precipitado, en conjunto la película es divertida, plásticamente espectacular y coherente (a pesar de todo) con el resto de la saga.
Daniel Craig es, para quien escribe, el mejor Bond desde Sean Connery y tiene no pocos puntos en común con él. Dureza, crueldad, frialdad y elegancia se dan por igual manera en ambos y a partir de ahí ya es una cuestión de gustos. Timothy Dalton también reunía estas cualidades, pero su menor presencia y la mala suerte de haber aparecido en el momento más bajo de la saga jugaron en su contra. Roger Moore y Pierce Brosnan aportaron unas mayores dosis de comicidad y socarronería al personaje pero terminaron por agotar su fórmula. Craig reune la suficiente presencia física y elegancia, a la vez que la necesaria brutalidad y aparente falta de escrúpulos que necesita el agente del MI-6 en sus inicios, no olvidemos que estas nuevas entregas tratan del Bond anterior al que todos conocemos.
Merece la pena destacar la secuencia en la Ópera de Viena, donde un magnífico montaje paralelo nos muestra una espectacular puesta en escena de "Tosca", de Puccini a la vez que nuestro protagonista "hace su trabajo". La persecución inicial por las calles de Siena, igualmente en montaje paralelo con la carrera del Palio en la Plaza del Campo, la escena de la caída desde el avión o el final en el hotel del desierto son también momentos que merecen ser contemplados en pantalla grande. Una extraordinaria aportación a una saga que goza de una segunda juventud. Falte le hacía.
Nota: 7
domingo, 23 de noviembre de 2008
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